------- ---------------------

..

..

        

    

                                        

28 de agosto de 2021

✞ San Agustín de Hipona ✞




Aurelio Agustín, mas conocido como San Agustín de Hipona (354-430), nació el 13 de noviembre en el año 354 en Tagaste (norte de África), actual territorio argelino, denominado Souk Ahras. (Argelia actual).

Su padre, llamado Patricio, era un funcionario pagano al servicio del Imperio.  Su madre, la dulce y abnegada cristiana Mónica, luego santa, poseía un genio intuitivo y educó a su hijo en su religión, aunque, ciertamente, no llegó a bautizarlo.  El niño, según él mismo cuenta en sus Confesiones, era irascible, soberbio y díscolo, aunque excepcionalmente dotado.

Romaniano, mecenas y notable de la ciudad, se hizo cargo de sus estudios, pero Agustín, a quien repugnaba el griego, prefería pasar su tiempo jugando con otros mozalbetes.  Tardó en aplicarse a los estudios, pero lo hizo al fin porque su deseo de saber era aún más fuerte que su amor por las distracciones; terminadas las clases de gramática en su municipio, estudió las artes liberales en Metauro y después retórica en Cartago.

A los dieciocho años, Agustín tuvo su primera concubina, que le dio un hijo al que pusieron por nombre Adeodato.  Los excesos de ese "piélago de maldades" continuaron y se incrementaron con una afición desmesurada por el teatro y otros espectáculos públicos y la comisión de algunos robos; esta vida le hizo renegar de la religión de su madre.

Su primera lectura de las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta y no fundada en la razón.  Sus intereses le inclinaban hacia la filosofía, y en este territorio encontró acomodo durante algún tiempo en el escepticismo moderado, doctrina que obviamente no podía satisfacer sus exigencias de verdad.

Sin embargo, el hecho fundamental en la vida de San Agustín de Hipona en estos años es su adhesión al dogma maniqueo; su preocupación por el problema del mal, que lo acompañaría toda su vida, fue determinante en su adhesión al maniqueísmo, la religión de moda en aquella época.  Los maniqueos presentaban dos sustancias opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e irreductibles.  Era preciso conocer el aspecto bueno y luminoso que cada hombre posee y vivir de acuerdo con él para alcanzar la salvación.

A San Agustín le seducía este dualismo y la fácil explicación del mal y de las pasiones que comportaba, pues ya por aquel entonces eran estos los temas centrales de su pensamiento.  La doctrina de Mani o Manes, fundador del maniqueísmo, se asentaba en un pesimismo radical aún más que el escepticismo, pero denunciaba inequívocamente al monstruo de la materia tenebrosa enemiga del espíritu, justamente aquella materia, "piélago de maldades", que Agustín quería conjurar en sí mismo.

Dedicado a la difusión de esa doctrina, profesó la elocuencia en Cartago, Roma (383) y Milán (384).  Durante diez años, a partir del 374, vivió Agustín esta amarga y loca religión.  Fue colmado de atenciones por los altos cargos de la jerarquía maniquea y no dudó en hacer proselitismo entre sus amigos.  Se entregó a los himnos ardientes, los ayunos y las variadas abstinencias y complementó todas estas prácticas con estudios de astrología que le mantuvieron en la ilusión de haber encontrado la buena senda.  A partir del año 379, sin embargo, su inteligencia empezó a ser más fuerte que el hechizo maniqueo. Se apartó de sus correligionarios lentamente, primero en secreto y después denunciando sus errores en público.  La llama de amor al conocimiento que ardía en su interior le alejó de las simplificaciones maniqueas como le había apartado del escepticismo estéril.

Es así que desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín, abandona la doctrina y decide por el escepticismo.  En el año 383 se traslada de Cartago a Roma, y un año más tarde se va a Milán como profesor de retórica.  Allí se mueve en círculos neoplatónicos.  Allí también conoce al obispo de la ciudad, al gran Ambrosio, la figura eclesial de mayor renombre por santidad y conocimiento de aquel momento en Italia.

En 384 encontramos a San Agustín de Hipona en Milán ejerciendo de profesor de oratoria.  Allí lee sin descanso a los clásicos, profundiza en los antiguos pensadores y devora algunos textos de filosofía neoplatónica.  La lectura de los neoplatónicos, probablemente de Plotino, debilitó las convicciones maniqueístas de San Agustín y modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal; igualmente decisivo en la nueva orientación de su pensamiento serían los sermones de San Ambrosio, arzobispo de Milán, que partía de Plotino para demostrar los dogmas y a quien San Agustín escuchaba con delectación, quedando "maravillado, sin aliento, con el corazón ardiendo".

A partir de la idea de que «Dios es luz, sustancia espiritual de la que todo depende y que no depende de nada», San Agustín comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.

Dos años después, la convicción de haber recibido una señal divina (relatada en el libro octavo de las Confesiones) lo decidió a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde San Agustín escribió sus primeras obras.

En 387 se hizo bautizar por San Ambrosio y se consagró definitivamente al servicio de Dios.  En Roma vivió un éxtasis compartido con su madre, Mónica, que murió poco después.  Después de la muerte de su madre, acaecida en el puerto de Ostia (Roma) en el año 388, se dirigió a su pueblo natal, Tagaste, repartió su herencia entre los necesitados y fundó un monasterio donde convivió con los amigos que le acompañaron.

Su plan de vida está cifrado en la oración y la convivencia.  Sin embargo, su fama de hombre sabio se extiende y se convierte en el "consejero" de muchas personas, inclusive de otros países del mundo romano.  Este mismo año, 388, murió Adeodato, su hijo, que vivía con él.  En 388 regresó definitivamente a África.

En el año 391 viajó a Hipona para visitar a un amigo.  Estando en la Iglesia de la ciudad, los fieles le reconocen, lo aclaman y piden al Obispo Valerio que le haga sacerdote.  Es así que a los 32 años San Agustín entrega su persona a Dios, luego de una permanente búsqueda convirtiéndose a la fe católica.  Aunque Agustín no pensaba en el sacerdocio, fue ordenado sacerdote en Hipona en el año 391 por el anciano Obispo de Hipona, Valerio, quien le tomó por asistente y le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió con fervor y le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos.

Cinco años después San Agustín fue ordenado Obispo de Hipona, (después de la muerte de Valerio, hacia finales del 395);  dirigió la diócesis de Hipona durante treinta y cuatro años.  Desde este pequeño pueblo pescadores proyectaría su pensamiento a todo el mundo occidental.  Sus antiguos correligionarios maniqueos, y también los donatistas, los arrianos, los priscilianistas y otros muchos sectarios vieron combatidos sus errores por el nuevo campeón de la Cristiandad.  Su fama se extendió por todo el Imperio Romano.

Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo, escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, y ejerció a la vez de pastor, administrador, orador y juez.  Al mismo tiempo elaboraba una ingente obra filosófica, moral y dogmática; entre sus libros destacan:

- Los Soliloquios, las Confesiones, La ciudad de Dios, etc; extraordinarios testimonios de su fe y de su sabiduría teológica.

Al caer Roma en manos de los godos de Alarico (410), se acusó al cristianismo de ser responsable de las desgracias del imperio, lo que suscitó una encendida respuesta de San Agustín, recogida en La ciudad de Dios, que contiene una verdadera filosofía de la historia cristiana.

Durante los últimos años de su vida asistió a las invasiones bárbaras del norte de África (iniciadas en el 429), a las que no escapó su ciudad episcopal.  Al tercer mes del asedio de los vándalos que sitiaron Hipona, San Agustín se quedó, negándose a irse. Cayó enfermo sufriendo de fiebre, pidió soledad y reclusión y murió probablemente el día 28 de agosto del 430, a la edad de 75 años.

Su cuerpo fue enterrado en Hipona, y fue trasladado posteriormente a Pavia, Italia.  Después de su canonización por el Papa Bonifacio VIII (r. 1294-1303 EC) como el santo patrón de los cerveceros e impresores, entre otros.  San Agustín es un ejemplo para todos nosotros – un pecador que se hizo santo y que nos da esperanza a todos.  La Iglesia Católica reconocería el 28 de agosto como el día de San Agustín.

 


- La influencia de su acción pastoral a favor de los necesitados, el brillo de su predicación y la sabiduría de sus escritos marcan un camino que la Iglesia siguió durante más de dieciséis siglos. Sus escritos lo convierten en uno de los más importantes filósofos de la Antigüedad, especialmente las Confesiones, el De Civitate De¡ (el De Civiatate Dei que significa La ciudad de Dios), la correspondencia y los sermones.   Fue un autor prolífico que dejó una gran cantidad de obras de diferentes temáticas, elaboradas entre el 386 y el 419.

- San Agustín es uno de los ejemplos fundamentales de la búsqueda constante de Dios, de la verdad, del conocimiento. Esta búsqueda no la hizo en soledad sino en estrecha relación con los otros, en especial su madre Santa Mónica y sus amigos.  San Agustín dice: “Necesitamos de los otros para ser nosotros”.  Esta es otra enseñanza de Agustín, la importancia de la comunidad para la vida personal y para la búsqueda de la verdad en la reflexión y el diálogo con los otros.

- Pocos hombres han poseído un corazón tan afectuoso y fraternal como el de San Agustín. Se mostraba amable con los infieles y hasta los invitaba a comer con él, en cambio, se rehusaba a comer con los cristianos de conducta públicamente escandalosa y les imponía las penitencias canónicas.











No hay comentarios:

Publicar un comentario

 

--------------------- -------------------------------- ----