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16 de mayo de 2021
♰Solemnidad de la Ascensión del Señor♰
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor, día en el que conmemoramos la vuelta de Jesús al Padre y el momento en el que Cristo nos confía la misión de extender el Reino de Dios.
En la actualidad esta solemnidad se celebra el séptimo domingo de Pascua, en lugar del jueves de la sexta semana (como se celebraba antes), que es cuando se cumplen los cuarenta días desde la Resurrección.
La solemnidad de la Ascensión nos sirve de preámbulo a la Fiesta de Pentecostés que observaremos el próximo domingo, cuando se ha de cumplir la promesa de Jesús a sus discípulos antes de su Ascensión:
“Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hc 1,8; Cfr. Lc 24,49).
La Ascensión al Cielo constituye el fin de la peregrinación terrena de Cristo, Hijo de Dios vivo, consubstancial al Padre, que se hizo hombre para nuestra reconciliación.
El ascenso del Señor victorioso permanece estrechamente vinculado a su “descenso” del Cielo, ocurrido en la Encarnación del Verbo en el seno inmaculado de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo.
La Ascensión, por la que el Señor deja el mundo y va al Padre (Jn 16,28), se
integra en el misterio de la Encarnación y es su momento conclusivo.
La Ascensión es la culminación de la misión redentora de Jesús. Deja el mundo y regresa al mismo lugar de donde “descendió” al momento de su encarnación: a la derecha del Padre.
Pero no regresa solo. Aquel que ha bajado, se eleva ahora a los Cielos, llevando consigo una inmensa multitud de redimidos.
Lleva consigo aquella multitud imposible de contar de todos los justos que le antecedieron en el mundo y fueron redimidos por su muerte de cruz. Las puertas del paraíso que se habían cerrado con el pecado de Adán, ahora estaban abiertas nuevamente.
Luego de ver al Señor ascender a los Cielos, los Apóstoles se volvieron gozosos a Jerusalén en espera del acontecimiento anunciado y prometido.
Al lado de la Santísima Virgen María los discípulos preparan sus corazones en espera del cumplimiento de la Promesa del Padre
para poder cumplir con el encargo recibido por el Señor antes de su Ascensión:
«Vayan, pues, y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado»
Todo esto lo llevarán a cabo los Apóstoles una vez recibido el don del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Este don de lo Alto da un impulso irreprimible a la acción evangelizadora de la Iglesia.
No podemos olvidar que Jesús asciende al Padre. Y, ahora es cuando nos toca a nosotros continuar con el plan de Dios que Él vino a cumplir.
No olvidemos que no estamos solas porque el Espíritu Santo prometido nos acompaña y guía.
Tenemos que ser valientes y decididas. No tengamos miedo de manifestar nuestra fe.
Cristo está con nosotras hasta el final de los tiempos.
Pidamos a nuestra Madre la Virgen, que acoja a todos los difuntos y nos ayude a poder ser buenas cristianas en
el lugar en que nos encontremos.
Nancy A. Sparrow
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