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9 de diciembre de 2020

Fiesta de San Juan Diego



La figura de «Juan Diego» Cuauhtlatoatzin es fundamental para entender la historia de la Virgen de Guadalupe en México, pues él fue quien dio a conocer las apariciones de la “morenita” nuestra Virgencita de Guadalupe.

Según se cuenta, Juan Diego nació en 1474 en el barrio de Tlayácac, en la ciudad de Cuautitlán (reino de Texcoco).

El nombre original de Juan Diego era Cuáuj Tlatoátzin o Cuauhtlatoatzin.   En su lengua materna (el idioma náhuatl), «cuáuj tlatoác» significa “el que habla como águila” o “águila que habla”.

El Nican Mopohua lo describe como un “macehualli”, o “pobre indio”, es decir uno que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales del Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, etc., es decir que pertenecía a la mas numerosa y baja clase del Imperio Azteca, pero no a la clase de los esclavos.

Hablándole a Nuestra Señora él se describe como “un hombrecillo” o un don nadie y atribuye a ésto su falta de credibilidad ante el Obispo.

El trabajaba duramente la tierra y fabricaba mantas las que luego vendía.  Era dueño de su pedazo de tierra y tenía una pequeña vivienda en ella.  Estaba casado pero no tenía hijos. Según se cuenta, Juan Diego en los años 1524 o 1525 se convierte al cristianismo y se bautiza, así como su esposa, recibiendo el nombre cristiano de Juan Diego y su esposa el nombre de María Lucía.

Debido a los trabajos que los obligaban a realizar los conquistadores españoles, su esposa María Lucía enferma y luego fallece cuatro años después, en 1529.
Cuauhtlatoatzin («Juan Diego») entonces se fue a vivir con su tío «Juan Bernardino» (del que se desconoce su nombre real) en Tolpetlac, que le quedaba mas cerca de la iglesia católica de Tlatilolco, en Tolpetlac, – en la ciudad de Tenochtitlán a solo 14 kilómetros, (que ahora, invadida por los españoles, había sido bautizada como México).

El caminaba cada sábado y domingo a la iglesia, partiendo a la mañana muy temprano, antes que amaneciera, para llegar a tiempo a la Santa Misa y a las clases de instrucción religiosa.  Caminaba descalzo, como la gente de su clase macehualli, ya que solo los miembros de las clases superiores de los aztecas usaban cactlis, o sandalias, confeccionadas con fibras vegetales o de pieles.  En esas frías madrugadas usaba para protegerse del frío una manta, tilma o ayate, tejida con fibras del maguey, el cactus típico de la región.  El algodón solo lo usaron los aztecas mas privilegiados.

Según el capellán Luis Lasso, el sábado 9 de diciembre de 1531 -(dos años después de la muerte de su esposa María Lucía)-, muy de mañana, Juan Diego fue testigo de la aparición de la Virgen de Guadalupe, primera aparición de Nuestra Señora, en el lugar ahora conocido como “Capilla del Cerrito”, donde la Santísima Virgen le habló en su idioma, el náhuatl.

Ella se refirió a él con grandísimo cariño, llamándolo “Juanito, Juan Dieguito”, “el mas pequeño de mis hijos”, “hijito mío”; ahí le encomendó decirle al obispo Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se construyera un templo.

Según el capellán Luis Lasso, la Virgen de Guadalupe se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531.  Cuando Juan Diego llegó a hablar con el obispo, este no le creyó en absoluto.
Tres días acudió Juan Diego al obispado a transmitirle a Zumárraga los mensajes que le hablaba la Virgen de Guadalupe.  Finalmente, el escéptico obispo condicionó la construcción del templo en el cerro de Tepeyac a la presentación de un milagro: Juan Diego debía cortar rosas de Castilla en el cerro y traérselas al obispo como prueba de la intervención divina.  El indígena obedeció, aun sin saber cómo haría para obtener rosas en un cerro árido y, además, en pleno mes de diciembre.

La última aparición de la Virgen, el 12 de diciembre de 1531, obró el milagro: las rosas aparecieron en la cima de la colina Tepeyac, Juan Diego procedió a cortarlas y las transportó en su tilma o ayate (tipo de toga abierta por los lados) a la casa del obispo. Al estar frente a incrédulo Zumárraga, Juan Diego abrió el ayate, cayeron las flores y dejaron ver al religioso una fotografía hiperrealista de la Virgen estampada en la burda tela.  Así el escéptico obispo español se rindió a la evidencia y se volvió en el principal testigo del milagro guadalupano.

Según los escritos, Juan Dieguito falleció el 30 de mayo de 1548 a los 74 años de edad en la Ciudad de México.

En 1990, sin atender a los religiosos y eruditos que cuestionaban la historicidad del milagro, el día 9 de abril de 1990, en el Palacio Apostólico de Roma, el Papa Juan Pablo II, en presencia de varios cardenales y de muchos Prelados, aprobó públicamente el Decreto de la Congregación de las Causas de los Santos “de culto inmemorial” por el que se declaraba que Juan Diego había vivido las virtudes cristianas en grado heroico.

El Santo Padre Juan Pablo II le declaró Beato, ante Vuestra Santidad fue promulgado en Roma el decreto «de vitae sanctitate et de cultu ab immemorabili tempore Servo Dei Ioanni Didaco praestito».

El 6 de mayo de 1990,  El Santo Padre, el Papa Juan Pablo II presidió la solemne celebración en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe de México en honor de Juan Diego y lo reconoció oficial y solemnemente con el título de Beato.  Al beatificar a Juan Diego, lo mencionó como «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac»

Precisamente en aquellos días, en esta misma arquidiócesis de Ciudad de México, tuvo lugar un milagro por intercesión de Juan Diego.  Con él se abrió la puerta que ha conducido a la actual celebración, que el pueblo mexicano y toda la Iglesia viven en la alegría y la gratitud al Señor y a María por haber puesto en nuestro camino al Beato Juan Diego, que según las palabras de Vuestra Santidad, «representa todos los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús» (Ibídem).

Juan Pablo II proclamará públicamente la santidad de Juan Diego en una Solemne Misa de Canonización en la Basílica de la Virgen de la Guadalupe en México el 31 de julio, 2002.

Su fiesta la fijó el mismo Santo Padre el 9 de diciembre porque ése "fue el día en que vió el Paraíso" (día de la primera aparición).



Nancy Sparrow


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