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11 de agosto de 2020
🎕Santa Clara de Asís (3)🎕
El verano del 1253 vino a Asís el papa Inocencio IV para ver a Clara, la cual se encontraba postrada en su lecho. Ella le pidió la bendición apostólica y la absolución de sus pecados, y el Sumo Pontífice contestó:
«Quiera el cielo, hija mía, que tenga yo tanta necesidad como tú de la indulgencia de Dios».
Cuando Inocencio se retiró dijo Clara a sus hermanas:
«Hijas mías, ahora más que nunca debemos darle gracias a Dios, porque, sobre recibirle a Él mismo en la sagrada hostia, he sido hallada digna de recibir la visita de su Vicario en la tierra».
Desde aquel día las monjas no se separaron de su lecho, incluso Inés, su hermana, viajó desde Florencia para estar a su lado. En dos semanas la santa no pudo tomar alimento, pero las fuerzas no le faltaban.
Cuenta la historia que estando en el más hondo dolor, santa Clara dirigió su mirada hacia la puerta de la habitación, y he aquí que ve entrar una procesión de vírgenes vestidas de blanco, llevando todas en sus cabezas coronas de oro.
Marchaba entre ellas una que deslumbraba más que las otras, de cuya corona, que en su remate presenta una especie de incensario con orificios, irradia tanto esplendor que convertía la noche en día luminoso dentro de la casa; era la Bienaventurada Virgen María. Se adelantó la Virgen hasta el lecho donde yacía
santa Clara, e inclinándose amorosamente sobre ella, le dio un abrazo.
Santa Clara murió el 11 de agosto, a los 60 años de edad, rodeada de sus hermanas y de los frailes León, Ángel y Junípero. De ella se dijo:
«Clara de nombre, clara en la vida y clarísima en la muerte».
La noticia de la muerte de la religiosa conmovió de inmediato, con impresionante resonancia, a toda la ciudad. Acudieron en tropel los hombres y las mujeres al lugar. Todos la proclamaban santa y no pocos, en medio de las frases laudatorias, rompían a llorar.
Acudió el podestá con un cortejo de caballeros y una tropa de hombres armados, y aquella tarde y toda la noche hicieron guardia vigilante en torno a los restos mortales de Clara. Al día siguiente, llegó el Papa en persona con los cardenales, y toda la población se encaminó hacia San Damián. Era justo el momento en que iban a comenzar los oficios divinos y los frailes iniciaban el de difuntos; cuando, de pronto, el Papa dijo que debía rezarse el oficio de las vírgenes, y no el de difuntos, como si quisiera canonizarla antes aún de que su cuerpo fuera entregado a la sepultura. Sin embargo, el obispo de Ostia le observó que en esta materia se ha de proceder con prudente demora, y se celebró por fin la misa de difuntos.
Muy pronto comenzaron a llegar verdaderas multitudes de peregrinos al lugar donde yacía la religiosa, popularizándose una oración a ella dedicada:
«Verdaderamente santa, verdaderamente gloriosa, reina con los ángeles la que tanto honor recibe de los hombres en la tierra. Intercede por nosotros ante Cristo, tú, que a tantos guiaste a la penitencia, a tantos a la vida».
Luego de su muerte fue enterrada en la capilla de san Jorge a muchos metros de profundidad para evitar a los curiosos, después de pasados varios siglos se desenterró el ataúd y para mayor sorpresa los huesos de la hermana Clara permanecían intactos cosa que es imposible, es así como
se puede ver en la actualidad a esta santa.
Su cuerpo es incorrupto y explicando un poco más lo que significa, es la propiedad divina que tiene un cuerpo de no llegar al estado de descomposición después de la muerte y esto sin ser embalsamado ni preservado de ninguna manera.
Fue canonizada un año después de su fallecimiento, por el papa Alejandro IV.
La ubicación actual de los restos de santa Clara desde 1987 descansan en la cripta de la Basílica de santa Clara de Asís.
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