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11 de agosto de 2019
🎕Santa Clara de AsÃs (2)🎕
DÃas más tarde en que Santa Clara se consagrara al Señor y entrara a formar parte de los hermanos menores en la
capillita de La Porciúncula, fue trasladada temporalmente, por seguridad, a las monjas Benedictinas, ya que su padre, al darse cuenta de su fuga, sale furioso en su búsqueda con la determinación de llevársela de vuelta al palacio. Pero la firme convicción de Clara, a pesar de sus cortos años de edad, obligan finalmente al Caballero Offeduccio a dejarla.
DÃas más tardes, San Francisco, preocupado por su seguridad dispone trasladarla a otro monasterio de Benedictinas situado en San Angelo. Allà la sigue su hermana Inés, quien fue una de las mayores colaboradoras en la expansión de la Orden y la hija (si se puede decir asÃ) predilecta de Santa Clara. Le sigue también su prima PacÃfica.
San Francisco les reconstruye la capilla de San Damián, lugar donde el Señor habÃa hablado a su corazón diciéndole, «Reconstruye mi Iglesia».
Esas palabras del Señor habÃan llegado a lo más profundo de su ser y lo llevó al más grande anonadamiento y abandono en el Señor. Gracias a esa respuesta de amor, de su gran «Sû al Señor, habÃa dado vida a una gran obra, que hoy vemos y conocemos como la Comunidad Franciscana, de la cual Santa Clara se inspirarÃa y formarÃa parte crucial, siendo cofundadora con San Francisco en la Orden de las Clarisas.
Santa Clara escribió poco después la norma de vida para las hermanas y, por medio del Santo, obtuvieron del papa Inocencio III la confirmación de esta regla en 1215.
Cuando se trasladan las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad, como guÃa de Las Damas Pobres a Santa Clara. Al principio le costó aceptarlo pues por su gran humildad deseaba ser la última y ser la servidora, esclava de las esclavas del Señor. Pero acepta y con verdadero temor asume la carga que se le impone, entiende que es el medio de renunciar a su libertad y ser verdaderamente esclava.
Y es de este modo que por orden expresa de San Francisco, aceptó Clara el tÃtulo de abadesa de San Damián. Hasta entonces Francisco habÃa sido jefe y director de las dos órdenes, pero después que el Papa les aprobó la regla, las monjas debÃan de tener una superiora que las gobernase.
Santa Clara luchó siempre por la vocación de pobreza de su comunidad, negándose a recibir bienes que acomodasen su vida. Por eso solicitó y consiguió en 1216 que Inocencio III les otorgase el «Privilegio de la Pobreza».
De este modo se convierte en la madre amorosa de sus hijas espirituales, siendo fiel custodia y prodigiosa sanadora de las enfermas.
Desde que fue nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que transmitÃa, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor habÃa revelado para la Orden se viviera en plenitud.
Siempre atenta a la necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro más rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres.
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