Que el Señor Altísimo, que dejó su trono de gloria para vivir entre nosotros, te acompañe en todos tus caminos; de día y de noche, en la llanura y en el pedregal; en los oasis y en los desiertos de tus días.
Que el Señor cuyo rostro no podíamos ver, pero que en Jesucristo se hizo uno como nosotros, te dé un corazón manso y generoso para amarlo en los necesitados, para levantar al caído, para ser paciente con el intolerable y amoroso con el intratable.
Que en esta navidad la luz de la felicidad se encienda en nuestros hogares y corazones, y que en año nuevo, esta luz nos guíe por un mejor camino en compañía de nuestros seres queridos.
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