La ceremonia transcurrió como de costumbre, aunque sí había una diferencia. El novio no pudo ponerle el anillo acostumbrado a la novia. No pudo porque ella tenía ambas manos amputadas.
La noticia de lo que le había sucedido a Mary, tan pronto como se propagó, había conmovido a todo el mundo. Había sido raptada, violada, mutilada y abandonada en una carretera solitaria. Cuando fue hallada, estaba desnuda y drogada. Parecía el fin de una bella e inocente adolescente de apenas quince años de edad, algo de lo cual jamás podría reponerse.
Sin embargo, sus muñones fueron curados, manos ortopédicas le fueron colocadas, sus tremendos traumas mentales y emocionales fueron poco a poco eliminados, y a los diez años se disponía a casarse con un joven que la amaba, y con el que comenzaba, completamente renovada, una nueva vida.
Una desgracia nunca tiene que ser el punto final de una carrera. Mientras hay vida, hay esperanza, y nada, excepto la muerte, tiene que marcar el fin de una persona o el fin de un destino.
Dios tiene recursos infinitos para edificar, para levantar, para alentar, para reconstruir. La fe en Dios, la sumisión a su divina voluntad, hace maravillas.
Cualquiera que esté contemplando hoy lo que parece ser su ruina definitiva debe convencerse de que sólo la muerte es definitiva. Todo lo demás tiene remedio.
Jesucristo dijo: «»Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso»
No hay comentarios:
Publicar un comentario