Aunque el chico deseaba las monedas con desesperación, temía, pues el trabajo era demasiado peligroso. Varias veces echó un vistazo sobre el precipicio, pero no podía ver la forma segura de alcanzar la flor. Además, él tendría que depositar su confianza en las manos de gente extraña que estarían sosteniendo la cuerda salvavidas.
Entonces al muchacho se le ocurrió una idea. Dejó al grupo solo por varios minutos y regresó asido de la mano de un hombre mucho mayor que él. Entonces, el joven pastor corrió con ansias hacia la orilla del precipicio y les dijo a los botánicos:
-Ahora pueden amarrar la cuerda por debajo de mis brazos. Bajaré por el cañón, siempre y cuando sea mi padre el que sostenga la cuerda.
El chico compartía con su padre una relación de confianza, y estaba dispuesto a depositar su vida en las manos de él.
De la misma manera que tus hijos confían en ti, así también debes hoy depositar toda tu confianza en tu Padre Celestial.
No trates de perfeccionar a tu hijo, sino insiste en perfeccionar tu relación con él.
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