La palabra viene del latín “Genua flectere” que significa “doblar las rodillas”.
Por ese motivo se llama genuflexión a la flexión de la rodilla derecha hasta el suelo.
Los católicos cuando entramos a una iglesia debemos arrodillarnos. Este gesto tiene un gran significado teológico. Aunque muchos lo han olvidado, la genuflexión es una señal de respeto, de suprema adoración y reverencia, por
lo tanto, solo se reserva para Dios.
¿Cómo debemos hacerlo?
Cuando los cristianos entramos en una iglesia consideramos oportuno hacer una genuflexión. Aquí está el típico error que cometemos, ya que lo debemos hacer inclinando la rodilla derecha hacia el suelo hasta tocarlo, de forma pausada y manteniendo la mirada fija en el sagrario.
Sin darse cuenta, hay fieles que inclinan la rodilla izquierda. Además, si queremos, posteriormente también podemos inclinar levemente la cabeza.
La genuflexión no se hace ante un altar, crucifijo, virgen o santo. Lo correcto es hacerla ante el sagrario, que suele estar ubicado cerca del altar del templo. Nos estamos arrodillando ante Dios, donde está realmente Jesús Sacramentado, es decir solo lo podemos hacer donde Él esté presente con su Cuerpo y Alma.
¿En qué momento hay que arrodillarse?
Durante la Santa Misa los fieles solemos arrodillarnos dos veces. En primer lugar, cuando el sacerdote pone sus manos sobre el pan, es decir, desde la epíclesis hasta la aclamación después de la consagración.
Otro momento sería después de la Comunión. Comulgar es establecer una unión con Jesucristo, y esto implica un momento personal intenso con Él. Hay fieles que después de comulgar, al llevar a Cristo dentro, se dirigen a Dios en la oración, y lo hacen arrodillados.
Cuando no se puede hacer la genuflexión por imposibilidad física: edad, enfermedad, etc. se puede hacer una inclinación de cabeza, con pausa y atención, mientras se le dice algo cariñoso al Señor en el corazón. Aquí uno arrodilla el espíritu.
Si nos ajustamos a las normas litúrgicas, sobre gestos y posturas, la ordenación romana de la Misa solo obliga a estar de rodillas en la consagración, y no tras comulgar. Aunque tampoco se indica que se obligue a estar sentados.
Por lo tanto, ambas posturas pueden conciliarse.
En resumen
La genuflexión es un signo externo que expresa una realidad interior: el querer adorar a Dios. Por lo tanto no ha de ser una agachada a la rápida, sino que con calma y solemnidad, demuestro ese amor que no es cualquier amor; por eso doblamos nuestra rodilla ante el Hijo de Dios. Arrodillarse es un acto de fe, significa que creo que ahí se encuentra Dios mismo.
Al permitir que nuestra rodilla toque el piso, se reconoce que Cristo es Dios. Si alguien es físicamente incapaz de hacer la genuflexión, entonces un gesto de reverencia es suficiente. Durante la Misa, si se pasa delante del altar o del tabernáculo, se debe inclinar la cabeza con reverencia.
El que hayan disminuido el número de genuflexiones en la feligresía, no quiere decir que haya tenido que disminuir su sentido, pues reconocemos y subrayamos con este gesto, los momentos más trascendentes en que reconocemos la presencia de Cristo y su Espíritu, le adoramos, nos reconocemos pequeños, y le reconocemos grande a Él.
La Instrucción General 2000 del Misal Romano es el conjunto de normas que rigen la celebración de la Santa Misa y en este documento menciona lo siguiente:
«Se hace genuflexión al principio y final de la Misa, si el sagrario con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio y siempre que alguien pase frente al Santísimo Sacramento
» (IGRM, no.274).
(Según el Diccionario de la lengua española, la genuflexión es la "acción de doblar una rodilla, o ambas, hacia el suelo, generalmente en señal de reverencia, sumisión o adoración").
Nancy A. Sparrow