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19 de septiembre de 2012
Obediencia
A las charlas del maestro Bankei asistían no solo estudiantes de Zen, sino personas de toda condición y creencia.
Bankei no recurría jamás a citas de los sutras, ni se enzarzaba en discusiones escolásticas. Sus palabras le salían directamente del corazón e iban dirigidas a las corazones de sus oyentes.
Sus largas audiencias acabaron irritando a un sacerdote de la escuela Nichiren, cuyos adeptos o habían abandonado para ir a oír hablar del Zen.
Cierto día, este egocéntrico sacerdote se encaminó hacia el templo donde disertaba Bankei, con el propósito decidido de entablar con él un duro debate.
- Eh tú, maestro Zen, – gritó
- Atiende a esto.
- Quienquiera que te respete te obedecerá en cuanto digas …
- ... pero un hombre como yo no profesa respeto alguno.
- ¿Cómo puedes hacer que te obedezca?
Bankei dijo:
- Acércate a mi lado y te demostraré.
Orgullosamente, el sacerdote avanzó entre la multitud hasta llegar al lugar ocupado por el maestro.
Este sonreía:
- Colócate a mi izquierda.
El sacerdote obedeció.
- No espera – se retractó Bankei.
- Hablaremos mejor si estás a mi derecha.
- Ponte aquí.
El sacerdote se dirigió altivamente hacia la derecha.
- ¿Lo ves? – observó entonces Bankei.
- Estás obedeciéndome.
- Y la verdad es que pienso que eres una persona muy dócil.
- Ahora siéntate y escucha.
(Cuento Budista)
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