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5 de abril de 2012

El camino del Servicio

Sucedió en la noche del jueves de aquella primera Semana Santa; la última en la vida terrenal de Jesús. Después de que el sol se ocultaba se daba inicio a la celebración de la Pascua, la fiesta más importante para todo el pueblo; aquella en la que se recordaban las acciones liberadoras de Dios cuando eran esclavos en Egipto.

Durante la mañana y la tarde de aquel jueves Jesús se preparó para la cena. Escogió el lugar, e hizo los demás arreglos. La muerte se aproximaba y él lo sabía muy bien. Por eso quiso hacer una cena diferente, en la cual lo más importante fuera la confraternidad con sus discípulos y en la que pudiera expresar sus palabras finales para ellos.

Cuando todo estuvo preparado Jesús se quitó el manto que vestía y se ató una toalla a la cintura, luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro fue el primero en sorprenderse, y hasta se opuso. ¿Cómo era posible que el Maestro se vistiera como un esclavo y quisiera lavarles los pies a sus seguidores? ¿Acaso no había declarado ser el Hijo de Dios y estar revestido de todo poder? ¡Cuál no sería la desilusión de los discípulos! Lo que ellos querían era ver a Jesús haciendo demostraciones de poder y de superioridad, sobre todo ahora que la muerte los amenazaba. ¡Pero no!, ahí estaba él vestido como un esclavo y dispuesto a inclinarse hasta el suelo para lavarles los pies.

Avanzada la noche, y antes de servirse la cena, Jesús nos enseñó que la verdadera grandeza se mide por nuestra capacidad de servicio a los demás. Ser grande no es disfrutar del placer arrogante de ser servido por otros, sino tener la disposición de servir a los demás —a quienes más nos necesitan— y de hacerlo con desinterés y generosidad.

Para los cristianos, el jueves santo rememora la institución de la cena del Señor o eucaristía, y en ella Cristo mismo nos invita a servir a los demás así como también él lo hizo: «Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho» (Juan 13.14–15).


Reflexión

Se entregó en la cruz y lo hizo para que todos tuviéramos perdón de pecados; esa fue una entrega consecuente con su vida de servicio. Jesús sufrió una muerte violenta por ser fiel a la verdad predicada y por hacer el bien. Su vida y sus principios atrajeron la furia de muchos. No soportaron que sanara a un paralítico porque lo había hecho el día equivocado; no admitieron que se acercara a los marginados...

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