El padre no dijo nada más, pero cuando nació el niño se lo llevó a Hakuin, se lo arrojó y le dijo:
-"Parece que éste es tu hijo", agregando toda clase de insultos.
El Maestro Zen sólo dijo:
-"¡Oh! ¿es así?" y tomó el bebé en sus brazos. A partir de este momento a dondequiera que iba, llevaba el bebé consigo, envuelto en la manga de su túnica. En noches de lluvia y de tormenta iba a mendigar leche en las casas vecinas. Muchos de sus discípulos, considerándolo un hombre acabado, se volvieron en contra suya y lo abandonaron. Hakuin no dijo una sola palabra.
Mientras tanto la madre sintió que no podía tolerar la agonía de estar separada de su hijo. Confesó entonces el nombre del verdadero padre y el padre de la joven corrió a ver a Hakuin y se postró ante él rogándole que le perdonara.
Hakuin sólo dijo:
-"¡Oh! ¿es así?" y le devolvió al niño.
Reflexión:
"Esto es aceptación. Todo lo que la vida trae está bien, absolutamente bien. Esta es la cualidad del espejo: nada es bueno, nada es malo, todo es divino. Acepta la vida tal como es. Aceptándola, los deseos desaparecen, las tensiones, el descontento, desaparecen. Aceptándola, uno empieza a sentirse alegre sin razón alguna
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