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17 de julio de 2011

El valor de experimentar

Érase una mujer que murió y subió al cielo. Había vivido una vida larga y recta, llena de respeto y pequeños actos de amor hacia los demás. Vivió con el propósito de dejar el mundo algo, mucho o poco, mejor de lo que lo encontró al nacer, sin sacrificarse y queriéndose a sí misma.

Y así fue que, después de morir, se encontró camino de ese gran portal luminoso que da acceso al cielo. Al aproximarse distinguió una serie de personajes representativos del espíritu, a todos los grandes seres luminosos que habían inspirado a los humanos con sus vidas y su ejemplo durante los siglos: Buda, Cristo, la Virgen María, San Pedro, Mahoma, Krisna, Moisés y muchos más formaban el comité de acogida que recibía uno a uno a los recién llegados y les recordaban y agradecían los actos de fe y de amor que durante su aún reciente estancia terrenal habían iluminado su vida y la de sus prójimos.

Pero, la mujer al ir acercándose, vio que había dos colas frente a las puertas del cielo. Una de ellas se extendía a lo largo de varios kilómetros, mientras que en la otra aguardaban tan sólo tres o cuatro personas.

Intrigada por la razón de la existencia de dos colas, que le parecían una incongruencia, lo atribuyó a la presencia de los grandes santos a los que ella también quería acercarse. Pero, antes de tomar una decisión, prefirió aproximarse a San Pedro y le preguntó:

- «Por favor, ¿puede ayudarme? Veo que hay una cola muy corta y otra enormemente larga, y no sé muy bien en cuál de las dos debo ponerme... ¿Cuál es el criterio de elección?»

A ello San Pedro le respondió:

- «Ambas son para entrar en el cielo. Y la elección para escoger una u otra es de cada uno».

Esto sorprendió aún más a la mujer, quien preguntó:

-«¿Por qué entonces unos esperan en la corta y otros en la larga?».

San Pedro, con dulzura, le dijo:

- «Bueno, en la cola corta aguardan los que desean experimentar el cielo».

- «¿Y en la larga?», preguntó la mujer.

- «Ah -respondió San Pedro, esta vez con una sonrisa entre triste y alegre... «En ésa esperan los que quieren estudiar el cielo. Quieren aprender acerca de él antes de decidirse... "Vienen a tomar notas" para ver si la experiencia vale la pena».

La mujer reflexionó unos momentos y se dio cuenta que aún en el cielo, el ser humano es un ser humano. Luego miró con tristeza la larga cola de los que querían certezas, incluso, para entrar en el cielo. Y, con una sonrisa de despedida para San Pedro, siempre en silencio se encaminó decidida hacia los seres de luz que la esperaban llenos de amor para recibirla en la puerta del cielo.

nbas


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