-No, no, espera, Sol, quiero hacerte una pregunta.
-Te escucho.
-¿Qué tengo que hacer para ser como tú?
-Oh, ¿quieres ser como yo?
-Creo que sí.
-Y ¿por qué ya no quieres ser como eres?
-Estoy cansada de dar poca luz, de enseñarme por partes, de alumbrar menos que una vela, de vivir siempre en la oscuridad.
-¿Es eso malo para ti?
-Ni malo ni bueno, sólo quiero que cambie. También quiero ser reina.
-¿Qué harías si fueras reina?
-Dar el calor necesario para que haya vida, ser siempre entera para todos, enviar sonrisas de espiga y caricias de azucena… Quiero que aguarden con ansia mi despertar, que me adoren como la diosa que seré.
-Tienes grandes ambiciones.
-Claro que sí, pero dime, ¿qué tengo que hacer?
-Qué difícil es contestarte… Sólo puedo decirte lo que yo pasé para llegar a este trono… Y sé que todos los soles han pasado por las mismas etapas, son imprescindibles para reinar en el día.
-Dímelas, dímelas, por favor.
-Primero, tendrás que transformarte por dentro. Surgirán explosiones en ti que te originarán erupciones y todo tu ser irá cambiando.
-Sigue, sigue…
-Tu corteza se estirará para dejar camino a la energía… y cuando haya salido, tu piel estará teñida de heridas candentes que tendrán que cicatrizar lentamente.
-Uf, parece duro.
-Lo es. El crecimiento es sufrimiento.
-Y entonces ¿ya seré reina?
-No, por cierto. Aún quedan pasos escabrosos. En ese momento, habrás conseguido la capacidad de reinar, pero a partir de ese momento deberás encontrar a tus seguidores en el Universo.
-Ah, entiendo, debo conquistar mi reino.
-Algo parecido. Tendrás que convencer a los astros para que quieran recibir tu calor y responder a sus demandas, crearles esperanzas de futuro, darles sus
rutas que acompañarán con la tuya, ofrecerte como servidora para sus necesidades.
-¿Pero no debe ser lo contrario? Tienen que ser ellos los que se pongan a mi servicio, ¿no?
-Si haces así, te quedarás sin súbditos, porque los otros Soles cumplen esa Ley del Universo, la que habla del servicio en el amor, y se llevarán a tus seguidores.
-Bueno, puedo aceptar a prestarles mi calor y mi luz.
¿Qué más?
-Tendrás que aprender a cumplir con puntualidad tus compromisos sin faltar un día, un minuto, un segundo. Aparecer por la mañana, recorrer el horizonte en la misma cadencia, llegar a tu cénit en la hora prevista, y tener la humildad de despedirte mientras tu color y tu calor se disipan. Cada día morirás.
-Puede ser parecido a lo que hago ahora.
No me parece difícil.
-Soportarás a quienes te oscurecen sin luchar contra ellos, aceptarás con resignación que te obliguen a ocultarte y seguirás sonriendo para regresar con
tu luz y calor.
-¿Cómo se puede hacer eso a una reina?
-Porque es una de las partes esenciales del compromiso.
-Bien, bien, querido Sol, ¿y cuándo podría estar en condiciones de reinar?
-Amiga mía, pasarían millones de años, millones… Ella guardó silencio. Y el Sol se marchó por el horizonte del oeste. Esa noche la Luna estuvo pensando… pensando… si sería negocio cambiar su principado por un reino tan lejano…
y duro de obtener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario