La diferencia estriba en que las personas tienen la capacidad de ayudar, de hacer el bien a sus semejantes y comparten un espíritu altruista que los gratifica.
Las personas se engrandecen en sus obras éticas y en la valoración y el respeto que en principio otorgan a la vida misma.
Los individuos, en cambio, carecen de esa intención de ayudar, simplemente nacen, crecen, se reproducen y mueren, independientemente de la educación que reciban, los modales o afectos, de manera similar a otros individuos que pertenecen a otras especies menos evolucionadas que la humana (me imagino, se supone), siempre pensé que podrán tener instrucción pero no educación… en fin
Aún recuerdo con lástima y tristeza, durante la enfermedad de mi madre, la manera en que fuí tratada por algunos médicos y enfermeras, cada vez que deseaba averiguar sobre su estado y peor aún cuando no la atendían, puedo decir que era “maltratada” con la arrogancia, indiferencia y vulgaridad típicas de los individuos… Eran profesionales con instrucción, especialidad y muchos cartones, pero no eran mas que individuos.
He visto, sin embargo a muchas personas sacrificarse mucho por los demás con desprendimiento, aceptando con humildad lo que la vida les da, ero siempre enfocándose en ayudar al otro, a su semejante.
Todo esto me sirvió para poder hacer la diferencia que hago, escribo esta pequeña nota meditando en esta época en que nos encontramos, terminando la cuaresma y pensando que hace muchos años hubo alguien que vino a este mundo para entregarse a los demás sin esperar nada a cambio.
Creo también que el bienestar físico y el mental no hacen una definición completa de lo que significa salud, si es que ésta no incluye, además, el bienestar espiritual.
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