-"¿Como usted consigue atraer quinientas personas para su iglesia todas las semanas?"
El ministro local contestó:
-"Es fácil. Yo comencé con 1.000"
Lamentablemente, muchos cristianos tienen más facilidad de ahuyentar personas de lo que atraerlas para el Señor Jesús. Sus vidas insignificantes y el desaire con que manejan las cosas de Dios acaban influenciando negativamente a todos que les conocen. ¿Que motivos tendrían sus amigos para abrir el corazón para Jesús si lo que ven en ellos no les motiva a cambiar de vida?
Cuando la sonrisa de nuestros labios y el brillo de nuestras actitudes son vistos en los lugares donde frecuentamos, muchos si aproximan y buscan saber la razón de nuestra dicha. Y cuando les transmitimos el amor del Señor, que es percibido claramente en nosotros, quieren tener la misma experiencia y no anhelan más si alejar de aquella vida abundante por nosotros testificada.
Si hablamos de Cristo y no demostramos cambios, en vez de atraer personas, es cierto que las ahuyentamos. Lo que ven en nosotros es una vida huera y triste, sin la claridad característica de alguien que camina en la luz del Señor.
¿Quien iría a anhelar el mismo? ¿Quién iría a aceptar nuestro sermón?
Necesitamos estar firmes delante del Señor. Necesitamos vivir de tal manera que las personas vengan nos procurar mismo antes de que hablemos cualquier palabra. Necesitamos glorificar a Dios en todos los momentos de nuestras vidas. Necesitamos ser bendiciones y no maldición. ¡Necesitamos atraer y no ahuyentar!
nbas
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