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8 de diciembre de 2011

El espíritu de navidad

Todo ocurrió en torno al mes de Diciembre. Transcurría un monótono día 13, un lunes como otro cualquiera. Se acercaban las fechas navideñas y María aún no había preparado nada.

-¿Para qué?, pensaba para sí misma. -Es estúpido, no tengo a nadie con quien celebrar unas fechas de paz y amor como lo son las navidades…

La muchacha, como cada día laboral, fue a trabajar a su oficina de correos, como siempre, como todas las navidades. Ella era la encargada de supervisar las cartas, máxime en estas fechas que muchas eran cartas navideñas. De repente llegó su jefe con un muchacho a su lado.

- Buenos días, María – dijo su jefe.

- Buenos días, señor.

María se encontraba algo cohibida ante aquella situación. ¿La razón?, muy sencillo: el joven que había junto a su jefe era realmente hermoso… Lucía un estupendo traje de color negro, con una corbata azul cielo, a juego con sus hermosos ojos. Éstos últimos tenían un brillo particular, eran… diferentes. El muchacho, de nombre desconocido aún por María, no dejaba de observarla con detenimiento, sin perderse un solo detalle.

-María, te presento a Raúl, un nuevo compañero. Necesito que lo acompañes a conocer la empresa. Es un recién llegado y va a ser tu compañero estas navidades, creo que tienes mucho trabajo por delante.

- Descuide señor. Estoy a su disposición. Encantada – le dijo al joven –. Me llamo María.

- Igualmente.

- Espero que tengas una buena estancia aquí, Raúl.

- Gracias.

Los días iban transcurriendo, y María y Raúl iban haciéndose buenos compañeros, e incluso entablaron una pequeña amistad. Los jóvenes, ilusionados ante la perspectiva de tener a alguien con quien pasar un buen rato en el trabajo, deciden que deben verse más a menudo. De esta manera, quedaron la tarde del día siguiente para ir a tomar algo juntos.

Llegó la tan esperada tarde y ambos llegaron a la vez, algo tarde para la hora a la que habían quedado. Los muchachos se sonrieron y, de repente, ambos se ruborizaron.

- Hola preciosa, disculpa el retraso – dijo Raúl.

- No te preocupes Raúl, hemos llegado al mismo tiempo.

- Bueno, ¿entramos?

- Sí por supuesto. ¿Qué tal te fue el día?

- Bien pero… te eché algo de menos – dijo Raúl.

- Vaya…, yo también – contestó María con un tono rojizo encendiendo sus mejillas-. ¿Con quién pasarás las navidades?

- Mucho me temo que solo, pero envié mi deseo. ¿Tú lo hiciste ya?

- ¿Esa tontería de enviar una carta pidiendo un deseo por navidad?

- Sí, ¡pero no es una tontería! Si tienes fe, el espíritu de la navidad llegará y cumplirá tu deseo.

- Bueno, bueno, la enviaré. Pero que conste que lo hago por ti…

La tarde transcurrió sin novedades, y tras un par de horas de estar juntos por ahí, decidieron regresar a sus respectivas casas.

Al día siguiente, día 25 de Diciembre, el día de Navidad, el muchacho acudió furtivamente a la oficina. Encontró la carta que María le había prometido escribir, la abrió y la leyó:

‘’ Querido espíritu de la navidad, lo único que pido este año, es que por estas fechas haya alguien con quien poder compartirlas.

Felices Fiestas: María’’

Al leer esta carta, Raúl comprendió lo que eso significaba, y podría por fin cumplir su cometido en estas fechas de amor y paz, y a la vez, el deseo que ardía en su corazón más que nunca.

Fue corriendo a casa de María, por el camino compró un ramo de rosas para ella, y el resto del camino fue constantemente con una sonrisa en la cara y la ilusión y el amor a flor de piel.

Cuando el joven muchacho llegó a su destino, picó al timbre de su portal, y la muchacha, algo extrañada ante la amena sorpresa que le deparaba ese día, abrió.

- ¡María, he de hablar contigo! – dijo el joven entusiasmado.

- Cuéntame, querido, ¿qué has de hablar conmigo que te trae a estas horas por mi casa y con tal entusiasmo en tu mirada?

- Antes de decir nada…, creo que ambos hemos de mirar encima de nosotros…

Los dos alzaron la vista, no habló el joven con malicia ni mentira, pues justo encima de ellos había un pequeño y hermoso muérdago. Cuentan las historias que cuando un muérdago se encuentra sobre una pareja, ambos deben besarse. Y así sucedió. Los muchachos, sin saber muy bien por qué, deslizaron sus rostros hasta que ambos se encontraron tan unidos que resultarían imposibles de separar. Cuando los jóvenes se separaron, no pudieron evitar ruborizarse por la escena que ambos acababan de protagonizar juntos.

- He de contarte algo, el deseo que le pediste al espíritu de la navidad lo verás cumplido, pero sólo si tú lo deseas.

- Por supuesto que lo deseo, ¡lo deseo con toda mi alma!

- Entonces…, ¿gusta la dama pasar las navidades junto al espíritu de la navidad, ahora dentro del corazón del joven Raúl?

- ¿Eres el espíritu de la navidad?

- Lo soy. Mi misión cada año por estas fechas es llenar los corazones de aquellas personas que piden un deseo cuando se encuentran solas, pero mi destino este año has sido tú. Estos días junto a ti me he dado cuenta de que tú, María, has robado mi corazón. Espero que no decidas abandonarlo nunca, pues su destino está atado al tuyo.

- Solo he de decir seis palabras: Te quiero, mi amor de navidad.

Y así, como cada año, el espíritu de la navidad llenó el corazón de una persona entre tantas de las que cada año necesitan a alguien a su lado, alguien con quien compartir unas fechas de amor, paz, amistad y familia.

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