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26 de julio de 2011

Las tres gemas

El viejo mago, alguna vez tuvo su juventud. De ese asunto muchas veces nos olvidamos, influenciados como estamos siempre por lo que tenemos ante los ojos. Pero a decir verdad, el no siempre fue viejo, ni siempre fué mago. Alguna vez fue un joven hermoso y brillante. Aunque el recuerdo de esos días ya quedó muy atrás.

Y en su más hermosa juventud, tuvo el viejo mago tres gemas preciosas. Mas valiosas que ninguna otra cosa en el mundo. Cada una de ellas, diferente a las otras. Y las tres juntas superiores a todas las demás que existían en el mundo. Estas tres gemas eran tan especiales y tenían tanto poder mágico dentro de si, que no se si seré capaz de narrarlo aquí brevemente.

En primer lugar, las tres gemas por igual tenían el poder de despertar los más hermosos sentimientos de amor y ternura que una persona pueda tener. Aún cuando las tres pequeñas piedras no eran iguales entre si. Tenían también el poder de distinguir entre el bien y el mal. Tenían el poder de no albergar en su esencia ninguna maldad. Y de proporcionar la felicidad con su sola existencia.

Como es de comprender, entre el viejo mago y estas tres gemas se estableció el mas fuerte vinculo de amor. Pero una tarde nefasta, las tres gemas al mismo tiempo le fueron arrebatadas sin que mediara razón alguna. Y desde entonces no pudo reunirse con ellas nunca mas.

Las busco, de todas las maneras que son humanamente posibles, y permitidas. Las busco mediante la oración. Pero los dioses parecían estar ocupados en sus propios asuntos, y no prestaban atención. Las buscó con alma y vida. Pero todo fue inútil.

Cuando la desesperación y el dolor llegaron a su punto más alto. Decidió que era hora de encomendarse a Dios Y de confiar mas en ellas que en uno mismo. Y se dijo a si mismo: el amor que esas gemas conocen de mi algún día las hará volver. Porque si les hablan mal de mi eso no las conformará. Si no les hablan nunca de mi como si yo no existiera, eso no las convencerá. Y si les dicen mentiras de mi, los recuerdos que llevan dentro ya se revelaran. Por lo tanto algún día ellas mismas buscarán la verdad. Eso se dijo a si mismo.

Y desolado de dolor y de angustia. No le quedó mas remedio que seguir su propio camino refugiándose solo en esa débil esperanza. Y los días comenzaron a pasar uno tras otro puntual e inexorablemente. Cuando llegaban los días de fiestas toda la gente tenía sus joyas. Y el viejo mago se miraba las manos vacías. Y mientras en todos los rostros se dibujaba una sonrisa de alegría, en su rostro caían amargas lagrimas del mas profundo dolor.

Pasaron un año, dos. Luego cinco y seis también. Pero nada se sabía de las gemas perdidas. Ninguna noticia. Ningún indicio. Absolutamente nada. Permanecían encerradas en la más absoluta oscuridad. Ni siquiera era posible tener una visión o una suposición acertada acerca de su incierto destino. pasaron quince años, diez y ocho anos, y nada aún. La mas desesperante de las esperas se hizo entonces realidad.

Y un día cuando ya habían pasado mas de veinte años. El viejo mago sintió que ya no había mas nada que esperar. Que las esperanza también estaba perdida, como sus preciosas gemas. Y que ya no las podría recuperar nunca mas. Medito en el silencio de su alma, acerca de lo injusto de romper los lazo de afecto, de privar a las personas de su derecho a amar, y de mi cosas mas que ya no recuerdo. Y una vez mas se encomendó a Dios, resignadamente. Pidió en su interior por ellas invocando la protección del señor su Dios. Y en silencio, a escondidas, casi con vergüenza, Lloró una vez mas. Como había llorado tantas otras veces, sin consuelo alguno.

Y así siguió la vida, día con día. Siguió marchando por los rumbos que había elegido y por las sendas donde el viento lo llevaba como si fuera una pequeña hoja que ha caído de su rama y quedo abandonada a su propio destino. Siguió viviendo como pudo, haciendo amigos, haciendo alumnos, adoptando hijos en su camino. Pero reservando dentro de si, en un lugar muy privado el amor que a sus preciosas gemas nunca le había podido dar. Siguió viviendo a su modo sencillo y cotidiano, pero sin olvidar nunca jamás. Llevándolas siempre en su mente y en su corazón.

Un día cualquiera, ya era verano, sin querer y sin proponérselo, se encontró frente a frente con una gema. La más pequeña de las tres. Había pasado tanto tiempo que ni siquiera la pudo reconocer. Aunque a decir verdad ambos habían cambiado mucho ya. Pero lo supo al mirarla fijamente. Supo que era su gema, porque lo pudo sentir y conmover hasta en las mas profunda célula de su ser.

Era sin embargo tan diferente, que no supo siquiera que sentir. Aunque al verla esta vez, supo que era mas bella y más mágica que ayer. Supo que se seguía siendo una de las tres gemas mas valiosas que hay para él. Que el tiempo no hizo mas que otorgarle mas valor y más poder. Y sintió un profundo orgullo interior por ella, no por él que ya no era nada. Ni siquiera la sombra del que había sido alguna vez.

Y al examinarla en sus muchas facetas sintió que las otras dos gemas no estaban tan lejos. Que era solo cuestión de tiempo nada mas. Sintió que el alma que tenía medio muerta volvía a renacer. Y que la esperanza que había perdido por tanto desesperar, regresaba a su corazón otra vez. Y comprendió que esa, la más pequeña de las gemas. La gema mas pequeña de las tres, tenia nuevos poderes mágicos que no poseía antes. Porque traía en sus manos la paz, al regresar al hogar.

Porque el hogar siempre es donde te aman. No es una casa, no es una persona, no es un lugar en particular. No es un país o una bandera. El hogar es donde alguien te puede amar.


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