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2 de junio de 2011

Canto de la libertad

Los padres de Marina y Carlitos habían ido de compras a la feria dominical y al volver trajeron de regalo una jaula bastante grande, cubierta con un manto rojo.
Desde la jaula tres aves hermosas y extrañas observaban a la familia en pleno. "Nos contó el vendedor que las han traído de un país muy lejano y que su canto es maravilloso", dijo la mamá.

Pasaron los meses y a pesar del cariño y los cuidados que las aves recibían, jamás dejaron oír su famoso canto, así que tanto los niños como sus padres estaban un poco desilusionados.

Un día Marina y Carlitos, estando solos en la casa, decidieron jugar con las aves. Lo primero que hicieron fue cerrar todas las ventanas y abrir la puerta de la jaula. Una de las aves salió volando tan rápido que se golpeó contra una pared, las otras dos salieron de la jaula e intentaron un vuelo más lento. Los chicos se reían pero las aves estaban asustadas. Marina puso comida y agua sobre la mesa y las aves, ya más tranquilas, se acercaron a comer y beber. Luego levantaron vuelo, se posaron sobre un perchero y comenzaron a cantar. Era tan bello su canto que Marina, emocionada, no pudo contener algunas lágrimas.

Sin dejar de cantar los pájaros regresaron a su jaula, ante la mirada maravillada de los niños.
Este juego se repitió varias veces, hasta que un día Marina y Carlitos decidieron abrir las ventanas para que los pájaros salieran al jardín.

Con gran alegría las aves volaban, haciendo figuras en el aire, bajaban hasta donde estaban los chicos, comían, bebían y seguían con sus juegos, brindando su canto, que además de la belleza habitual, transmitía una sensación de paz y felicidad.

Tan entretenidos estaban que ninguno se dio cuenta de que los padres habían regresado y que estaban muy sorprendidos al ver en el jardín tres aves idénticas a las suyas cantando con tanta fuerza.

-¿Por qué será que nuestros pájaros no quieren cantar?- dijo la mamá. -¿No será que deberían estar en libertad?
-No creo, tienen una jaula muy linda, comida, cariño. No, creo que no.- contestó el papá.

Pero al entrar a la casa y ver la jaula abierta y vacía comprendieron todo.
Carlitos y Marina regresaron desde el jardín y las tres aves que los seguían entraron solas en la jaula, como siempre.

Desde aquel día, la jaula es aún más hermosa, ya no tiene puertas. Por las tardes, la familia se reúne en el jardín y escucha con gozo la risa de los niños, el rumor del viento entre las hojas y a las aves que cantan felices. Su canto es alegría... están en libertad.

"Cuando ames de verdad nunca aprisiones lo que deseas tener, déjalo volar en libertad y si vuelve a ti es porque realmente también te ama. Es la manera más maravillosa de obtener felicidad".


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