Cuando pienso en esto recuerdo un episodio conmovedor en la vida de un matrimonio que conocí hace algún tiempo. Al año de casarse y faltando muy poco para que estos amigos concluyan sus carreras en el seminario teológico, nació su primer hijo. Pero esta alegría fue empañada rápidamente: el bebé padecía una seria e incurable anomalía genética, por la cual los médicos sólo le daban unos pocos días de vida.
Familiares y amigos se acercaron para alentarlos e inspirarlos a confiar en que todo iba a salir bien. Pero finalmente no fue así: a las pocas semanas su pequeño niño falleció.
“¿Sabes cuál fue la experiencia más difícil?”, dijo la madre, “Escuchar de labios de un amigo cercano que nuestro bebé había muerto porque no tuvimos la suficiente fe como para que él se sanara”.
Todos los seres humanos tenemos fe… pero no todos ponemos en práctica aquello en lo que creemos. En palabras de Ricardo Arjona, afamado cantante latinoamericano, “la única forma de no redundar es decir la verdad, decir que a Jesús le gusta que actuemos no que hablemos, decir que Jesús es más que cinco letras formando un nombre, decir que Jesús es verbo, no sustantivo”. Cuesta, ¡pero vaya que vale la pena vivir de esta manera!
“La confianza que ustedes tienen en Dios es como el oro: así como la calidad del oro se prueba con fuego, la fe que ustedes tienen en Dios se prueba por medio de los problemas. Si ustedes pasan la prueba, su fe será más valiosa que el oro, pues el oro se puede destruir.
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