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31 de julio de 2009

Nuestros hijos un don precioso

"Como saetas en manos del valiente, así son los hijos habidos en la juventud”
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Salmo 127:4
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Cada vez que quedé embarazada de mis hijas, leía este Salmo porque me sentía orgullosa del regalo del Señor. Pero siempre me pregunté por qué el Señor compararía a los hijos con un arma.
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¿Acaso puede defendernos un hijo de algún peligro?
¿No somos sus padres quienes debemos procurar protección y cuidado sobre ellos? La Palabra de Dios parecía decir lo contrario.
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Hoy desde mi separación, el Señor respondió con claridad aquellos viejos interrogantes. No importa cuánto tiempo pase, el Señor siempre trae luz sobre sus misterios.
Hace algún tiempo alguien me preguntó:
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“¿De dónde sacas fuerzas para seguir adelante luego del abandono de tu esposo?”
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Yo le respondí con total seguridad:
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“¡Mis hijas!”
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El Señor las usó para defenderme de la depresión, de la soledad y del rencor. Ellas son las armas que Dios proveyó para que yo pudiera salir a luchar nuevamente.
Ellas son mis “saetas” ¡tan pequeñas y tan poderosas!
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"Dios nos ha dado un don precioso en nuestros hijos".
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Gracias, Señor, porque detrás de cada uno de tus misterios está tu amor eterno.
Amén.


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